jueves, 21 de agosto de 2008

¡¡Señor danos un avivamiento!!


¿Cuántas veces has hecho esta petición al Señor sin obtener la respuesta que en verdad deseabas? ¿Será tal vez que Dios no desea darnos un avivamiento? Por supuesto que no. Todo cristiano verdadero SABE que la voluntad de Dios es traer avivamiento sobre Su Iglesia, entonces ni siquiera podemos pensar en esta posibilidad. Creo que la respuesta va por otro lado y me temo que no nos va a gustar saber el porqué.
Para entender el tema necesitamos mirar al origen de todo, y como el avivamiento es para la iglesia es necesario mirar a la iglesia que recibió el primer avivamiento para poder rescatar de allí los elementos que nos darán la clave.

La primera iglesia en recibir un avivamiento fue la iglesia primitiva. Cuanto se habla de ella, se habla de su poder, de su impacto, de su armonia, de su amor, de la gracia abundante de Dios que había en ella, de su generosidad, de su testimonio, de sus milagros, sanidades, y otras cosas más, todas ellas ciertas, y cosas que vinieron a causa (o como consecuencia) del avivamiento. Pero de lo que poco se habla, es de lo que permitió a Dios traer dicho avivamiento a esa iglesia.

Es necesario atender a un aspecto que fue vital para que Dios PUDIERA traer tal mover de Su Presencia. La vida de Dios no vino al aposento alto por casualidad. Hubo un elemento fundamental que hoy falta y que es esencial para que Dios pueda traer un avivamiento. Se menciona en las escrituras que Jesús no pudo hacer muchos milagros en cierto lugar, a causa de la incredulidad de ellos. esto quiere decir que la falta de fe, fue el elemento determinante que hizo que ese pueblo se quedara sin una manifestacion del poder y la salvación de Jesucristo en una mayor escala.

Permítame hacerle reflexionar por medio del siguiente pensamiento. Déjeme agregar que esta idea no es producto de mi aburrimiento o del ocio, sino de una intencionada búsqueda de Dios por respuestas a la pregunta de porqué el avivamiento parece no querer venir. Digamos también que hablar de avivamiento no traerá un avivamiento, aunque tal vez si despierte en nosotros alguna necesidad por el mismo.

Bueno, el elemento central que impide que las iglesias experimenten un avivamiento es "la falta de muerte", o dicho de otro modo, "la excesiva presencia de vida". Desde luego voy a explicar esta idea a la luz de la Palabra de Dios que es nuestra máxima autoridad en cualquier tema.

Si miramos al antiguo testamento, hallaremos un Salmo (el 133) que nos da una vislumbre del asunto, el verso final dice (3): "porque allí envía Jehová bendición y vida eterna" El contexto es que los hermanos habitan juntos en armonia (verso 1). La pregunta es: ¿Qué condición debe existir para que Dios tenga que enviar vida? La respuesta es: muerte. Dios no necesita enviar vida donde ya hay vida, pero si es preciso que la envie vida donde hay muerte.
La presencia de muerte es el indicador que determina la necesidad de que ÉL envíe vida. Jesús dijo que el sano no necesita médico. Del mismo modo, el que está vivo (o cree estarlo) obstruye la idea de Dios de mandar vida.

Otro ejemplo de esto es el mismo Señor. El Padre no envió al Espíritu Santo a avivar o resucitar (recordemos que "avivar" es traer algo muerto otra vez a la vida) a Jesús antes de morir, ni mientras estaba muriendo, sino que el Padre le levantó por el poder de Su Espíritu, una vez que estuvo muerto.

Esto debería darnos una clara figura del porqué hoy no experimentamos el tan anhelado avivamiento. Estamos tan poco dispuestos a morir a nuestras costumbres, a nuestros malos hábitos, a nuestras ideas, a nuestras actitudes carnales, a nuestro estilo de vida, y a sepultar a la vieja criatura aun cuando el cristianismo mismo está basado en el sacrificio y la muerte, sin los cuales no puede haber vida.

Elías reparó el altar y colocó encima el sacrificio. ¿Qué pasó después? Luego de una brevísima oración (¡¡algo así como 65 palabras!!) el fuego, la presencia, el poder de Dios cayó y consumió todo, lamiendo aun el agua derramada. No sólo vino la presencia que marcó el término del conflicto sobre quien era realmente Dios (Baal o Jehová), sino también vino el juicio sobre los enemigos del Señor. ¡¡Aleluya!!

Los confundidos reconocieron con quién SI ESTABA Dios y pudieron seguirle. Los tibios se calentaron al calor de esta llama divina, los enemigos fueron avergonzados y Dios recibió la gloria que solamente Él merece.

La clave entonces para un verdadero avivamiento está en presentar un sacrificio al Señor. Cuando Él vea el altar reparado (comunión), y el sacrificio (cuerpo muerto, no de algún animal, sino el tuyo y el mío) inevitablemente el fuego caerá para consumirlo y entonces si tendremos un avivamiento de fuego, de santidad y de verdad.
Miremos ahora a los como 120 que habían en ese lugar. ¿Cómo estaban? Sabemos que estaban orando (orar es una forma de morir, de negarse a uno mismo), que habían abandonado sus trabajos, sus amigos, incluso la forma de vida que llevaban antes de ser llamados por Jesús, también la abandonaron. Pregunto otra vez ¿Cómo estaban? La respuesta es obvia: "muertos".

Y fue sobre esos 120 cuerpos muertos (en sentido figurado) que descendió el poder de Dios. Ellos representaban lo que Pablo dice en Romanos 12 que nosotros debemos ser: "sacrificios vivos".

Jesús claramente indicó que para ser sus discípulos debiamos negarnos a nosotros mismos y tomar la cruz. ¿Para qué? "Para morir".

Así que recuerda, la próxima vez que vayas al Señor a demandar el tan deseado ( y urgentemente necesario) avivamiento preguntate si tu estás muriendo como se debe.

La carne quiere cualquier cosa menos morir. ¿Estaremos dispuestos a pagar el precio?

Siempre deseando llevarnos a Él, fraternalmente
Pastor Gabriel