Nos guste o no reconocerlo, "somos lo pensamos". La pobreza, riqueza, generosidad, avaricia, santidad o cualquier otro camino que decidamos seguir, son la consecuencia de un acto deliberado del pensamiento.
Se trata de determinar en nuestro pensamiento (corazón) a qué nos vamos a dedicar.
Nuestra mentalidad determinará el norte y orientará las velas de nuestra embarcación. Por ello es tan importante pensar en lo que pensamos, porque a la postre, somos el producto de una mente.
La escritura habla de "una mente reprobada" que hace a los hombres escoger hacer cosas que no les conviene. Atrayendo así sobre ellos la ira de Dios.
Pero también dice que tenemos "la mente de Cristo", lo que nos permite pensar sus pensamientos y por tanto llegar a hacer sus obras.
Antes que el avivamiento llegue a ser una realidad palpable en las congregaciones, comienza como un pensamiento y sin lugar a dudas el punto de partida es la mente de Dios, quien a su vez lo transmite a Su Iglesia por medio de Su Espiritu.
El pensamiento de un cristianismo de mayor nivel nos llevará inequívocamente a una revolución espiritual que teminará en avivamiento. Por ello es tan relevante que afinemos nuestros pensamientos con los del Señor, quien conociéndonos nos recuerda que "sus pensamientos son más altos que los nuestros".
La bendición de tener Su Espíritu morando en nosotros nos otorga la gran oportunidad de pensar lo que Él piensa y canalizar Sus Planes.
Somos colaboradores de Dios en la tarea de la redención, y para ser efectivos como Cristo, Pedro o Pablo, tendremos que llegar a ser poseidos por la misma mente que los que poseyó y llevó a hacer todo lo que hicieron: la mente del Cristo.
El avivamiento es la idea perfecta de Dios para Su Iglesia y Su gran trabajo es colocar en la mente de Su Pueblo ese bendito pensamiento.
martes, 21 de octubre de 2008
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